Reseña: El albergue de las mujeres tristes



El albergue de las mujeres tristes, Marcela Serrano
Alfaguara, 393 páginas.

Marcela Serrano, escritora chilena, se caracteriza por hablar de los dolores de las mujeres. Abundan en su prosa los lugares comunes y no por ello, menos reales. 

El Albergue de las mujeres tristes cuenta sobre Floreana, historiadora, santiaguina, víctima de sus pesares, quien gracias a la ayuda de su hermana Fernandina, llega al "albergue". ubicado en "the south of the south", en lo alto de una colina, en una de las tantas islas que componen el archipiélago de Chiloé. 
El albergue es un lugar de refugio para las penas de las mujeres, en donde Elena, psiquiatra y dueña del lugar, cree que los dolores compartidos nos acercan y sanan, porque quitan la sensación de soledad que un corazón herido puede sentir.

Floreana siente el desamparo de una muerte, del nido vacìo y de un corazón hecho polvo por el desamor. En los tres meses de estadía en el albergue, muchas son las perspectivas que su dolor adquiere, pues sus penas en el reflejo de las de otras, van tomando nuevos matices. Allí conoce a Flavián, quien vendrá a hacerla "encarar" todos sus miedos; ambos vendrán a ser "la zuela del zapato del otro", pues él se ve obligado a enfrentar sus propios monstruos, al conocer a la protagonista. 

EL FEMINISMO Y EL CONTEXTO DE PRODUCCIÓN. 
Esta obra, escrita en 1997, abarca muchas temáticas impregnadas en la literatura de la escritora, quien aborda la solidaridad femenina como un eje fundamental en el desarrollo de la historia, pues es en la compañía de otras que los dolores propios dejan de ser las cargas con que dichas mujeres arriban al albergue. 

"Me sorprenden las versiones -un poco lapidarias- que cada una da sobre sí misma. Cuando cuentan sus historias, no están solamente contándolas, están sintiéndolas otra vez, como si fuera una nueva forma de enfrentarse, la única que augurara la paz y los brazos abiertos de la otra"

La historia del albergue encierra en sí misma no solo la importancia de sanar las heridas o los males que aquejan a cada uno, si no la necesidad imperiosa -que hoy tanto está de manifiesto- de recurrir al otro, a la otra y entender que por muy diferentes que sean nuestras historias, los dolores (valga la redundancia), duelen en las personas con semejante intensidad.

LA SOLEDAD Y LA COMPAÑÍA
El albergue contempla la necesidad de ambas cosas; no se puede enfrentar un duelo sin tener el espacio para interiorizarlo, ni tampoco sin alguien que esté para ti. Este eje es fundamental para el desarrollo y el dinamismo en la complejidad de Floreana. Ella venía de un entorno quebrado por la muerte de su hermana menor, en un universo de cuatro hermanas que vivieron de diferente manera la partida de Dulce; ella conocía de presencias femeninas, solo no estaba preparada para enfrentar la realidad.
De la misma manera nos encontramos con las historias de otros personajes, como Constanza, Toña y Angelita, quienes nutren con sus pesares el corazón de la protagonista.

EL (DES) AMOR
Pareciera que el mal común es un corazón roto por la falta de amor, propio y de otro.
Se recalca mucho el “cuánto se está dispuesto a permitir”, por no tener que enfrentar la soledad. Se habla también del desamor ligado a lo que el género masculino parece no querer, y que es lisa y llanamente la revelación de la mujer; el poder sobre sí misma, sus deseos y anhelos más profundos y la pérdida del control de la situación estando en pareja. La autora insiste en la presencia del temor en los hombres, y en sobre cómo eso ha hecho aparecer una brecha que pareciese agrandarse en el tiempo.

“Bueno, el miedo es esto. Ni más abstracto ni más indiscernible que esta terrenal sensación de verse cercada, de que las cercas crecen a veces hasta dimensiones gigantes, como esas verduras de invernadero que parecen distorsionar la naturaleza. Sus puntas hacen daño, por cierto, lastiman. Siempre existe la posibilidad de seguir de largo y resultar indemne, pero solo si estás en condiciones de darle la espalda a la vida misma. El problema del amor, Floreana – con todos los lugares comunes que trae consigo-, es que es casi indispensable de la vida misma. Entonces, cómo resistirse al juego de conocerse, de tocarse el alma, de añadir el cuerpo como peligroso contrabando, de adivinar al otro, de adecuarse, de creerle… o mejor seamos sinceras: de creerse uno en el otro. Ése es el pavor. Nadie quiere una gota de riesgo ni dolor. Es el signo de los tiempos. ¡Qué nada nos toque! Ése es el nuevo concepto de salvación en esta modernidad arrolladora.”

EL CONCEPTO DE PATRIA: EL ABRIGO Y LA PERTENENCIA
Muchos son los momentos en donde la protagonista muestra, piensa o deja entrever que su real miedo es sentir el desarraigo, no pertenecer a algo/alguien y esta temática – me atrevería a decir- es para mí la columna vertebral de este relato. En Distintos momentos y frente a diferentes personajes o situaciones, ella nos muestra lo importante que es comprender lo que “la patria significa”, conclusión a la que llega al terminar esta historia.
En uno de sus primeros encuentros con Flavián, personaje que ayuda a desenredar su historia, Floreana sostiene:

            “- a propósito de las camas- recuerda Flavián-., la directora de la escuela mandó a invitarte a dormir a su casa.
                Floreana se estremece y su “¡no!” parece surgirle directamente del estómago.
                -¿por qué? –se extraña él.
-porque me da frio.
                Flavián deja su taza sobre la mesa, como si esa sola frase justificara cualquier interrupción.
                -las casas en Chiloé nunca son frías, y mucho menos una habitada. Aquí está mucho más helado, te advierto.
                -perdona, Flavián, no me creas rara, pero yo no hablaba de eso. Me refería al otro frío. ¡No me mandes a esa casa!
                Frunce el ceño. Es evidente su desconcierto frente a esta mujer a la que, a fin de cuentas, conoce apenas.
                -no te voy a mandar a ninguna parte, ni tienes que hacer nada que esté fuera de tu voluntad. A ver, Floreana, siéntate aquí a mi lado. ¿Qué pasa contigo?
                Ella obedece, dócil, y arrima una silla. De haber sido una gata, habría restregado el lomo, contra su brazo.
                -para entenderte bien: no estamos hablando de los cuerpos, ¿verdad?
                - no- apenas le sale la voz.
                -¿quieres decir, y no encuentras bien las palabras, que es mi presencia la que te abriga?
                - Sí.
                Y algo en la recóndita inmaterialidad de Flavián se desnuda ante esa afirmación. Floreana ve cómo se acerca a ella una de sus grandes manos y siente en su nuca una caricia. En voz muy baja, como si le hablara a una niña, él le pregunta:
                -¿Por qué le temes a la falta de abrigo?
                -no sé, no sé. Me pasa desde que era chica… pero entonces no entendía, corría donde mi mamá o me encerraba en el escritorio, y ese frío se iba. Pero desde que dejé la casa de mis padres no me abandonó más.”

En su caminatas, en su diario vivir, la protagonista reflexiona, “preguntándose una vez más aquello que la atormenta desde que advirtió que la patria no era más que un territorio, que el sitio de la pertenencia profunda debía buscarse en el contraste en la estación del cuerpo y el lugar del alma. Por favor, alguien respóndame: ¿Dónde está la patria?”

Entre tanto, siguen avanzando los nudos de los distintos personajes, y poco a poco se va revelando que, en distintas maneras, es la soledad que los corazones rotos dejan, lo que a las personas les duele física y emocionalmente, pues las heridas que ésta infiere son demasiado profundas e insondables, mostrando en las personas la desesperanza al pensar que hay espacios que no volverán a llenarse, que no hay un piso, un frío eterno que no abandona los huesos; finalmente, el desarraigo.

“all the lonely people,
Where do they all come from?
All the lonely people,
Where do they all belong?”

El cuestionamiento persiste en ella; los acontecimientos le reafirman sus pensamientos, la enfrentan a situaciones en las que no se quiere ver envuelta porque siente que ya no puede exponerse más, pero hacia  el desenlace, ya enfrentada y resuelta, la protagonista llega a la firme conclusión de que “no se volverá a preguntar dónde está la patria: ya sabe que la patria es aquel lugar donde no se siente frío”.

Creo que la construcción y deconstrucción que viven los personajes en esta novela -que aparentemente no habla de otra cosa si no de amor- es el principalmente lo que la hace especial. Te enfrenta forzadamente a empatizar con el dolor, que finalmente no es otra cosa que el reflejo de la existencia propia.

Esta es mi novela favorita; la leí por primera vez el verano del 2003, en una noche, sin parar. Tenia 13 años.
Desde ahí la he leído 5 veces, todo el tiempo encontrando diferentes cosas, pero esta última, ha sido tremendamente conmovedora. Muchos son los refugios que los libros nos ofrecen; creo que ahí es donde está la magia de las historias, y el albergue me movió desde la primera vez que lo tomé en mis manos, hace hartos años atrás y que hoy volvió en circunstancias totalmente distintas, en la misma edición y con un mundo de significados nuevos.

<<Y bien, van hay muchas palabras, porque no puedo tocarte… Si pudiera dormir en ti, teniéndote en mis brazos, ¡cómo se secaría la tinta de la botella! Podemos ser castos de la misma manera que podemos hacer el amor juntos. Pero es necesario que estemos separados por algún tiempo y ésa es la forma más prudente de proceder. Si solamente estuviera seguro…>>
D. H. Lawrence


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